Las llaman casas modulares o leap homes, aunque sus constructores rechazan esa denominación.“La construcción modular tiene sentido en países emergentes, con necesidades acuciantes de vivienda, pero no en mercados maduros como el español”. Argumentan las empresas de este sector que el componente de diseño y elección por parte de arquitectos y compradores no se pierde, en contra de lo que podría pensarse al hablar de la instalación de una casa mediante bloques o módulos fabricados previamente.
Si antes este nicho de negocio estaba ocupado sólo por los fabricantes de casas de madera, el sector se ha visto sorprendido por la irrupción de empresas que emplean otros materiales y otras estructuras para industrializar el proceso de construcción. Sin imprevistos, sin desperfectos, sin retrasos y con un precio totalmente cerrado; eso es lo que aseguran, que no es poco en un sector caracterizado por los retrasos en las entregas de las promociones y los sobrecostes.
La edificación prefabricada, o industrializada, como prefieren llamarla ahora, es habitual desde hace años en la construcción civil e industrial: naves, puentes, hospitales…Hoy, da forma a viviendas personalizadas, a medida, hechas en factorías y con materiales testados en laboratorios. Paredes, suelos y techos pasan por la línea de montaje, incluso la fachada. Y luego se montan in situ, sobre el terreno. “La vivienda tiene que adaptarse a las demandas de compradores y arquitectos, no restringirse, y por eso nosotros no usamos el concepto de módulo, desarrollamos la estructura con planos, en base a fachadas y medianerías”
Ahorro y calidad
Aunque el ahorro económico directo en el coste de la edificación puede no ser significativo con respecto al método tradicional, los plazos más cortos y la calidad exigida hacen que el resultado se traduzca en menores costes, porque evitan desviaciones del presupuesto. Para una promoción tipo de 40 viviendas, estos sistemas necesitan entre nueve y diez meses, frente a los 24 o 30 meses de la obra convencional. Pero también conllevan, según la empresa, “un ahorro de costes financieros, derivado del acortamiento de los plazos de disposición y, por tanto, de amortización, además de una mayor rotación de los activos del promotor, entre dos y tres veces en relación a la edificación clásica”.
Algo que podría atemperar los precios de la vivienda, que se disparan cuando la oferta, siempre dependiente de plazos de construcción de cerca de dos años, no satisface la creciente demanda en ciclos expansivos. Y garantizar una mayor calidad, porque los procesos industriales están más controlados que la edificación artesanal de cemento y ladrillo.
También este tipo de inmuebles tiene su lado sostenible, algo que les sitúa en mejor posición para cumplir la directiva europea. En 2020 (2018 para edificios públicos), toda nueva edificación deberá cumplir los parámetros de un edificio de consumo de energía casi nulo (EECN).
Por estas virtudes, la construcción industrializada se presenta como una solución razonable ante problemas como el acceso a la vivienda de los jóvenes, el encarecimiento de los precios, o la escasez de oferta. Podría crecer más si empresas que lideran los cambios empresariales se decantasen por estas soluciones.
Fuente: https://economia.elpais.com